La lectura de un texto es el medio que utiliza su autor para entablar amistad con su lector

jueves, 3 de enero de 2013

Finalizó PPT

Por acá les dejo el video del último programa de Periodismo Para Todos, el programa de Jorge Lanata que tuvo su primer ciclo en el 2012.
Para poner un poco de contexto, les comento que luego de varios años alejado de los canales de aire (estuvo en canal 26 y trabajó en el exterior, donde hizo para el canal Infinito varios documentales -especialmente recomiendo el del BRIC-), volvió al 13, con lo que ello significa a nivel político: ser el programa estrella contestatario y opositor que le siga muy de cerca los movimientos al gobierno kirchnerista, sin dejar títere con cabeza.
Personalmente, me gusta su estilo, porque amalgama perfectamente solidez intelectual e informativa con un gran arrojo y valentía periodística, además de una nota de humor y descontractura que siempre es apreciada al tratar temas tan pesados y complejos como los políticos y más los argentinos (esto sobre todo se ve en su desparpajo en el uso del lenguaje, el dirigirse al televidente como si lo tuviera enfrente en un mano a mano y las recurrencias cómicas).
En definitiva, es recomendable a la hora de elegir un periodístico que sea algo más que una entrevista o una investigación con axfisiante cantidad de datos. ¡Disfrútenlo!
 
 
 
 

sábado, 10 de septiembre de 2011

A recomenzar... pasada la mitad del año

Mi muy estimados e insufridos lectores, les comunico que nuevamente van a tener el dudoso honor de aguantar mis divagues cibernéticos. Luego de un descanso en el que viajé y visité muchos sitios (todos dentro de mi cabeza), regreso como el hijo pródigo a volcar el conocimiento adquirido y las opiniones que me merecen absolutamente todos los temas. Eso es lo genial que tiene Internet; cualquier boludo puede sentarse a escribir lo que se le antoja y compartirlo con media humanidad.
En fin, vayamos al grano. ¿Qué ha sucedido en este tiempo? Muchas cosas: algunas no valen la pena comentarlas, otras no sería prudente... No al menos sin violar un par de derechos y unas cuantas normas morales y usos sociales, cosa que se me antoja exagerada para un primer post, ¿no lo creen así?
Comencemos por hablar de la familia (lo que según mi tía, en una reunión de dos o más, en algún momento sucede invitablemente, de manera semejante a como lo haría la mano invisible de Adam Smith y los clásicos en el mercado) y su actualidad (esto podría parecer inocuo, pero he constadado que en algunos casos es verdaderamente un servicio a la comunidad, casi tanto como los radiotelefonogramas, ya que debido a la gran cantidad de miembros -154 arrojó el último conteo oficial-, las noticias tardan en llegar). En este rubro, entonces, caben destacar los nacimientos de Helena, hija de Naty Domínguez y de su primo, e hijo de Angelina, Ignacio, que se suman a las ya más grandecitas Sara y Martina; finalmente, agregamos el embarazo de tres meses de Virginia, esposa de Ian. A todos ellos, ¡enormes felicitaciones! La gringada crece y crece...
Por otro lado, los embarcados Jancha Rearte y tío Mauricio retornaron sanos y salvos de sus respectivas travesías, pero las tareas que los esperaban en tierras nacionales fueron demasiados acuciantes como para que el equipo periodístico de nuestro medio los entrevistara adecuadamente y pusiera a vustra disposición el resultado, así que para la próxima será.
Finalmente, y para ir cerrando este raconto, damos cuenta de la experiencia que significó para la doctora Magdalena Montero el hecho de viajar en líneas de transporte urbano que al momento de volver a casa, aún es posible oflatear perfumes y colonias en su estado puro en el interior del coche, ya que ahora mudó su residencia a algún sitio de la parte norte del municipio capitalino CH. ¡Nos congratulamos por su buena suerte!
Sin desconectarnos del todo del tema recién tratado, tuvo lugar semanas atrás un meeting para degustar perogi (para el neófito, eso significa ravioles polacos; para el que no lo es, ¡vergüenza debería darte no saber el nombre original de las cosas que comés! ¿o acaso no sabés que los panchos se llaman frankfruters y las Lay's chips?) junto a algunos primos y allegados. Hete aquí que la idea, dado que todos los concurrentes eramos gente jóven y bella, vitales y rebosantes de energía, era reunirnos y participar todos de todo el proceso, desde la elaboración hasta el lavado de utensillos. Y así fue, si bien los hubo más y menos colaboradores (como en todo grupo humano que se precie de normal) , y entre este último grupo, el más laureado fui yo, puesto que me levanté a las 11 hs. y llegué cuando todo se había cocinado (literal). De todos modos, enfoquémonos en el plato principal de la velada. La chef y sous-chef tenían la firme convicción de realizarlos lo más fielmente posible a la receta original, esto es, además de rellenar algunos sólo de ricotta, ponerle dentro un poco de la salsa hecha a base de cebolla y panceta frita (aclaramos para todo aquel que piense que este platillo es una bomba colesteroloica, que efectivamente así lo es, pero en su defensa declaramos que en su origen se comía en un país de temperaturas mucho más bajas que las nuestras, donde la necesidad de carbohidratos para generar energía es mayor -Clari, si estás leyendo esto, no tengo idea de si está bien formulado, pero para la generalidad de las personas, el concepto es entendible-, debido a la clase de labores realizadas; asi que la culpa en definitiva es nuestra por no readecuar el plato a nuestro contexto), y así efectivamente se hizo. Se hirvieron, se sirvieron y se comieron en todas las variantes disponibles. Y gustó a todo el mundo (hubo aplausos)... o eso parecio en un principio. En un ágape posterior (ocasión de la celebración de vigésimo cuarto aniversario del primer llanto en esta vida de nuestro primo Handru), salió el tema (por otro que ahora no viene a cuento) de la perogiada y el 'color' (importancia en lenguaje de tribu urbana) que la familia le daba a la tradición. Y el debate se desató. En una esquina del ring, el harto conocedor y experiente chef Mariano, y en la otra, la prima Èugenia, estudiante avanzada de química y asistente de laboratorio de reacciones en cadena de alta compejidad. En la tribuna, tomando partido por uno u otro, estaba el vulgo, ruidoso e incitador. El chef declaró que los ravioles no le parecían nada de otro mundo y se paraba ante ellos de manera indiferente, sosteniendo que en la familia se le daba más propaganda favorecedora de lo que merecían, sobre todo porque la salsa no debería llevar cebolla, y que un mejor acompañamiento consistiría en una vil carusso; por el otro lado, Maru admitía el componente afectivo y de tradición que pueda tener el mencionado platillo y que se sienta y viva de manera distinta en el seno familiar que a los ojos de un foráneo. Primo Alfo tomó partido por la defensa de los ravioles, agregando que a él le habían gustado desde la primera vez que los probó, y mantenía hasta hoy su juicio. Claris se desayunaba de la verdadera opinión de su fiancé sobre la tradicional comida, mientras que Handru y yo no sabíamos o no contestábamos. En definitiva, fue un interesante contraste de pareceres que en mi opinión se debería hacer extensivo al resto de los que comparten bases marca registrada Pinczak.
Mis amigos, si habéis llegado hasta aquí, os condecoro con la Medalla Calpiquense a el Aguante Extremo y os entrego la Mención "No tenía nada mejor que hacer", para luego darles sinceras gracias y desearles, como la genial Sonia, buenas noches y buena suerte.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Misterio en el Prado - Parte I

Eran las 3.11 de la madrugada y por lo tanto, el detective Patouloi se encontraba repatingado en su silla de madera, con los pies colocados pesadamente sobre su desordenado escritorio, durmiendo.
Una gabardina verde con las solapas levantabas lo abrigaba, mientras que un sombrero marrón ladeado hacia delante lo protegía de posibles rayos de luz que se colaran por el esmerilado de la puerta.
Dormía tranquilamente, con respiración un tanto pesada, debido a su sedentarismo absoluto, lo que se revelaba en un abdomen un tanto abultado. No lo ayudaba, además, su adicción al tabaco (el pitillo formaba parte ya de su anatomía, y una nube casi constante de humo merodeaba a su alrededor) y al alcohol, aunque ésta en menor medida que la primera.
Estaba soñando que se encontraba en una sala de un lujoso crucero en alta mar, recostado en cómodos almohadones de pluma, acariciando las broceadas y suaves piernas de una mujer, y con una caja repleta de una infinita variedad de los más finos habanos a su entera disposición, mientras la brisa marina se colaba por las ventanas, cargando las notas de una pieza clásica, que podría ser de Louis Armstrong como de Mozart.
En ese momento, la escena se vio distorsionada debido a unos golpes secos y sucesivos que surgieron de algún sitio. Patouloi pensó que se trataba de un impaciente camarero que venía a cobrarle los placeres que estaba disfrutando, pero un instante luego, con una mayor proporción de su consciencia despierta y activa, se dio cuenta que provenían de la puerta de su oficina.
Se incorporó, movio varias veces la boca para quitarse el regusto y exceso de saliva, abrió y cerró los ojos, tratando de aclarar la visión, se acomodó sin mucho cuidado la gabardina y el sombrero, bostezó sin aspavientos, se levantó, y caminando pesadamente se dirigió a la puerta y la abrió.
En el umbral se encontraban dos adolescentes, chico y chica, de aproximadamente dieciocho años, con cara de haber tenido un susto reciente y frotándose los antebrazos con las manos, procurando mantener el calor del cuerpo frente al frío de la noche, a pesar de que se encontraban en el pasillo de la galería.
Patouloi los miró, aún con vestigios de sueño en sus ojos y mente, como inspeccionándolos para sacar una primera impresión, pero no habló.
-Necesitamos de sus servicios.
Era el chico el que que hablaba. Era bastante alto, de cabello castaño claro, vivaces ojos verde oscuro, que a Patouloi le pareció, miraban por el rabillo, a ambos lados, como si temieran que alguien lo estuviese siguiendo. Iba vestido informal, a la moda, con una gruesa campera oscura que hacía imaginar un físico mayor al que realmente tenía.
Sin duda que la presencia de dos jóvenes como estos a las tres de la mañana en su oficina no era nada normal, pero lo normal era un concepto totalmente relativo en el área de la investigación privada, que daba margen a cosas que podían llegar a ser realmente inusitadas e insólitas, y ésa era una de las razones por las que Patouloi se había dedicado a ese oficio. Además, teniendo en cuenta que sus casos cotidianos poco (por no decir nada) tenían de extraños y raro, ya que la inmensa mayoría consistían en seguir a esposos y esposas infieles, recabar datos de compradores, vendedores, candidatos a puestos ejecutivos en empresas de importancia, y de futuros yernos y nueras, además de alguna otra cosilla, no le parecía mal variar un poco, sobre todo porque la situación financiera requería entradas pronto.
Se corrió del umbral, y les hizo un ademán para que entraran, cerrando la puerta detrás de ellos suavemente, sin hacer ruido.
Los chicos estaban parados frente a su escritorio. Podía ser una muestra de respeto y utilización de los usos sociales los que lo habían llevado a no tomar asiento y esperar que él se los ofreciera, pero Patouloi sospechaba que la verdadera razón residía en que no había un solo espacio para sentarse, ni en el sofá ni en las tres sillas de madera, totalmente abarrotadas de papeles, libros, carpetas, cajas y otros adminículos, además de su mascota, la gata Margaret.
En realidad, cuando la encontró (en un oscuro y sucio callejón a dos cuadras de la galería donde se ubicaba su oficina) pensó que era un gato, y lo bautizó Winston, en honor a Churchill. Luego, cuando se dio cuenta que era un macho (unas tres semanas después), y pensando que, aunque hoy en día se cambian de sexo, de nombre, o de ambas cosas, eso no era apropiado para su mascota, la rebautizó como Margaret, en honor a la ahora baronesa Margaret Thatcher, y de esa manera, además, guardaba relación, al menos política e ideológica, con el nombre anterior.
Margaret, cuyo carácter era todo lo opuesto a quien rendía homenaje su nombre, dormía plácidamente en una silla, compartiéndola con una carpeta de la que habían caído varias hojas al piso.
Patouloi tomó a Margaret con las dos manos, y haciendo un poco de espacio en el sofá crema con adornos en naranja, viejo y de mal gusto, la despositó allí. A continuación, barrió con la mano los pelos que había dejado en la silla, y despejó otra (una pila de diarios y revistas arrugados fue a parar a una mesilla al lado del sofá), para luego indicarles que se sentaran.
-Disculpen, es que hoy no vino la señora que hace la limpieza.
En realidad, no tenía una señora de limpieza propiamente dicho, sino que, dos por tres, doña Blanca, la dueña del kisosco de la galería, por lástima y unos pesos locos (Patouloi estaba seguro que era más por lástima), trataba de hacer el sitio al menos un poco más habitable.
Los muchachos se sentaron, sin dejarlo de seguir aprensivamente con los ojos, y Patouloi hizo lo propio en su silla, detrás del escritorio. Encendió un cigarillo, se recostó en la silla, y tratando de hacer caso omiso a un deseo cada vez más grande de volver, a través del sueño, a la sala del crucero con su chica y sus puros, dijo:
-Bueno, chicos, ustedes dirán.

jueves, 28 de octubre de 2010

Halloween: ¿Dulce o Truco? ¿Qué hacemos los cristianos el 31 de octubre?


Por Pbro. Miguel Pastorino*


Hace pocos días vi una propaganda de cubrecamas y toallas para niños, estampadas con la imagen de un ataúd que contenía una sonriente calavera. Me pregunté: ¿por qué puede llegar a fabricarse algo tan morboso para un niño? ¿Le gustará a alguno irse a dormir viendo la imagen de la muerte en su propia cama? Al comentar mis dudas me dijeron: ¡es que se viene la fiesta de Halloween!
En efecto, durante la noche del 31 de octubre cada año se ha extendido con más fuerza, especialmente entre niños y adolescentes, el festejo de Halloween.
Cuando se acerca la fecha se escuchan todo tipo de opiniones acerca del tema. Desde quienes demonizan la fiesta, pensando que si sus hijos se disfrazan de vampiros, estarán rindiendo culto al mismo Lucifer, hasta quienes dicen: “es una fiesta inocente, burlesca y sin ninguna connotación religiosa o filosófica”. Por eso, muchas instituciones educativas las promueven “porque divierte mucho a los niños”. Ese parece ser el más fuerte argumento: ¡es divertido! Pero pocos parecen caer en la cuenta de que Halloween está suplantando, nada menos que a la Fiesta de Todos los Santos que la Iglesia celebra el 1º de noviembre.

En los orígenes…

El nombre Halloween es la deformación americana del término, en el inglés de Irlanda, «All Hollows' Eve»: Vigilia de Todos los Santos. Debido a la costumbre inglesa de contraer los nombres para una pronunciación más rápida y directa, esto derivó en el definitivo "Halloween", aunque la fiesta religiosa original nada tiene que ver con la celebración del Halloween actual.
Esta antiquísima fiesta cristiana llegó a Estados Unidos junto con los emigrantes irlandeses, que tenían una profunda devoción por los santos. Y allí echó raíces para sufrir paulatinamente una radical transformación, perdiendo el sentido católico de esa noche y acentuando el aspecto lúgubre y morboso, lleno de terror y fantasmas, donde los muertos se alzan atormentando a los vivos.
Halloween no es más que la última versión, secularizada y repaganizada, de una fiesta católica, que se fue transformando en un carnaval del terror y en una gran oportunidad para el consumo. Actualmente muchos están buscando, en su versión “New Age”, sus raíces paganas, reorganizando un nuevo calendario esotérico.

Antes del cristianismo

La fiesta se remonta, en realidad, a tiempos anteriores al cristianismo. Hacia el siglo VI antes de Cristo, los antiguos celtas del norte de Europa celebraban el 1 de noviembre, como el primer día del año. La fiesta de Samhein, fiesta del sol, que comenzaba la noche del 31 de octubre, marcaba el fin del verano y de las cosechas. Los colores del campo y el calor del sol desaparecían ante la llegada de los días de frío y oscuridad. Creían que en aquella noche, el dios de la muerte permitía a los difuntos volver a la tierra, fomentando un ambiente de muerte y terror. La separación entre los vivos y los muertos se disolvía aquella noche, haciendo posible la comunicación entre unos y otros. Según la religión celta, las almas de algunos difuntos estaban atrapadas dentro de animales feroces y podían ser liberadas ofreciendo a los dioses sacrificios de toda índole, incluso sacrificios humanos.
Creían que esa noche los espíritus malignos, fantasmas y otros monstruos salían libremente para aterrorizar a los hombres. Para aplacarlos y protegerse se hacían grandes hogueras y, disfrazándose de maneras macabras, trataban de pasar desapercibidos a sus miradas amenazantes.

Cuando los pueblos celtas se convirtieron al cristianismo, no todos renunciaron a las costumbres paganas. En el siglo VIII, el cristianismo colocó la fiesta de Todos los Santos el 1º de Noviembre, quedando así la noche del 31 de octubre, como la Vigilia de esa gran fiesta. La coincidencia cronológica generó no pocas supersticiones sincretistas, que mezclaron la fiesta de los santos, con las antiguas creencias celtas.
Sin embargo el “Halloween” que hoy se celebra muy poco tiene que ver con los celtas, y menos aún con la fe cristiana. Es un fenómeno completamente estadounidense.

Los mejores consumidores del nuevo mercado: niños y adolescentes.

Obviamente, ante una globalización cultural, Uruguay no podía pasar mucho tiempo sin adoptar los nuevos “cultos” de la sociedad de consumo, en una resignada digestión que asimila cuanta frivolidad venga de parte del dios mercado.
Asistimos en Halloween a una proliferación de artículos más o menos macabros, como calaveras, esqueletos, brujas, vampiros, tableros ouija, y un sinfín de productos en la línea del ocultismo.
Aparentemente no se presenta como una oferta religiosa, sino como una parodia de la religiosidad cristiana auténtica, con fines preferentemente consumistas: vender productos de carnaval, además de espacios publicitarios en las películas de terror y sitios en internet. Halloween se propone comercialmente como una fiesta joven, divertida, diferente, «transgresora». Y aquí, niños y adolescentes son los destinatarios privilegiados del nuevo producto...

¿Sólo diversión? En el umbral del espiritismo...

Pero tampoco puede considerarse como un mero fenómeno comercial, ya que se ha transformado en una fiesta importante del calendario neopagano y muchos movimientos, películas, literatura, y diversas propuestas culturales fomentan, a la luz de esta fiesta, creencias de tipo gnóstico, esotérico y espiritista, claramente opuestas a la fe cristiana.
Nos parece importante tomar conciencia de la cantidad de niños y adolescentes que adhieren ingenuamente a un sinfín de creencias ocultistas, gracias a la poca capacidad crítica de sus padres y educadores frente a la colonización cultural en la que nos encontramos. No son pocos, los que cada vez son más permeables y crédulos para traer de los pelos todo tipo de propuestas espirituales y ocultistas que estén de moda, sin percibir sus reales contenidos a primera vista. Si un padre no está de acuerdo con la religiosidad ocultista, ¿tiene que aceptar que le impongan a sus hijos la fiesta de Halloween en su jardín o escuela en la versión pagana?
Para darse cuenta de la magnitud del fenómeno, basta consultar cuanto ha crecido entre niños y adolescentes la creencia en el contacto con los difuntos -de tipo espiritista- y el miedo a fenómenos ocultistas, o el interés por lo paranormal. Si bien la culpa no es de la fiesta de Halloween, ella se ha vuelto parte de la propuesta cultural esotérica y espiritista que prolifera ya en gran cantidad de películas, telenovelas, dibujos animados y videojuegos. Y la avalancha de materiales que reciben los niños siempre están educando en un contenido, sea explícito o implícito. Siempre se transmite una visión del hombre que sienta las bases para opciones que pueden venir un poco más tarde.
Lo más preocupante y contradictorio es que los principales promotores y organizadores de estos festejos sean, en su mayoría, los propios padres y educadores. Y más preocupante para nosotros es que pasen olímpicamente en instituciones católicas con el argumento de: ¡es divertido! ¡Cómo si algo por ser divertido automáticamente fuera inofensivo y jusfiticable!

¿Qué hacemos entonces con Halloween?

No pensamos que haya que condenar demonizando la fiesta, pero sí informar al menos sobre el origen y sentido del fenómeno, y ver que se da una excelente oportunidad para hablar de los santos, la muerte y la vida eterna (en vísperas del 1 y 2 de noviembre) anunciando la buena noticia del amor de Dios que nos salva, rescatándonos de toda forma de mal.
Un especialista europeo en este tema (P. Gulisano), recomienda a padres y educadores:
"Educadores y familias deberían movilizarse contra la falta de educación, de buen gusto, contra la profanación del misterio de la muerte y de la vida tras la muerte, pero no es fácil ir contra corriente, desafiar las modas imperantes.
Entonces se puede hacer fiesta en Halloween, recordando lo que este día ha significado durante siglos y lo que sigue testimoniando. Hay que salvar Halloween, dándole todo su antiguo significado, liberando esta fiesta de la dimensión puramente consumista y comercial y sobre todo extirpando la pátina de ocultismo sombrío del que ha sido revestida.
Por tanto, aconsejaría organizar la fiesta y explicar claramente que se está festejando a los muertos y los santos, en modo positivo e incluso simpático para que los niños sean educados en una visión de la muerte como un acontecimiento humano, natural, del que no hay que tener miedo...
En mi opinión se puede y se debe hacer fiesta. El 1 de noviembre, que fue el Año Nuevo celta y luego Todos los Santos, es una festividad extraordinaria para los cristianos, y no vale la pena dejarla en manos de charlatanes y ocultistas. No hay que tener miedo del Halloween «malo», y por esto hay que conocerlo bien. Halloween, de todas formas, no se puede ignorar, y forma parte ya del escenario de nuestros tiempos".
(Entrevistado por Zenit).

Una educación responsable

Si bien es verdad que muchos niños solo lo celebran como una mera diversión, no es menos cierto que el mundo de los espíritus y la brujería es cada vez más cotidiano para ellos y se les despiertan muchas dudas sobre estos temas.
Mientras sigue avanzando una visión secularista y pragmática de la vida, dejando a Dios de lado, crece una gran avidez por lo oculto y lo extraño. Progresivamente nos encontramos con una mayor superstición y credulidad en antiguos mitos paganos... y el imaginario de chichos y grandes parece ser asaltado por toda clase de fuerzas ocultas, fantasmas y hechizos.
Sin la fe en Dios, el ser humano se arrastra hacia la necesidad de protegerse de fuerzas extrañas que no puede dominar, llenándose de miedo y buscando solución en ese mismo mundo lleno de espíritus, fantasmas y "energías".
Como cristianos, profesamos que solo Jesucristo nos libera de la muerte y de toda forma de mal. Solo Él es la luz que brilla en la oscuridad de los largos inviernos espirituales del hombre. Solo El le da sentido al sufrimiento con su Cruz. Solo El es vencedor sobre el horror y la muerte. Solo Dios basta para quién ha recibido la gracia y vive como discípulo de Cristo.
Seguir a Jesús, y celebrar los santos en la víspera del 1 de noviembre, es celebrar la vida, la victoria del amor sobre el odio, la victoria de la vida sobre la muerte, la victoria de Jesucristo que es nuestra, porque estamos unidos a él.
No creo que haya recetas para desafíos de este tipo, pero lo que se puede pedir a cualquier cristiano es un mínimo de discernimiento y responsabilidad frente al consumo de fenómenos que si en sí mismos pueden parecer inofensivos, abren la puerta a no pocos peligros y tergiversaciones del sentido de la vida y de la muerte, del sentido de la diversión y de la fiesta. Enseñarle a los niños el verdadero contenido de la fiesta en una visión crítica, es parte de una educación responsable.
X
*Director del Departamento de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Montevideo.

viernes, 22 de octubre de 2010

Un gran Premio Nobel


Por Julio Mª Sanguinetti*
Cortesía de El Correo de los Viernes (22/10/2010)

La adjudicación del Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa ha prestigiado nuevamente al celebrado galardón. Y decimos que ha prestigiado al premio porque el premiado ya estaba consagrado desde hacía años, tanto por la crítica como por el público, que hasta se habían resignado a pensar que seguiría la misma suerte de Jorge Luis Borges, condenado por una prejuiciosa interpretación de sus actitudes cívicas.
Es de lamentar, con todo, que broten opiniones reconociendo el talento literario de la obra de Vargas Llosa pero que se sientan en la necesidad de aclarar que “no comparten sus ideas”, como si perteneciera a una secta maldita o sostuviera opiniones contrarias a la libertad, la democracia o los derechos humanos que, por el contrario, han sido los leit motiv de su prédica.
A José Saramago se le dio el Premio Nobel en 1998 y se reconoció así a un gran escritor, pese a que era comunista, un “dinosaurio” como él mismo dijo. El comunismo —hoy nadie puede discutirlo— donde gobernó atropelló todas las libertades y derechos humanos; el primero, el de expresión, que está en la esencia de la literatura. Sin embargo, nadie se sentó a aclarar que a Saramago se le reconocía pese a eso.
Distinto fue el caso de Darío Fó, en 1997, quien como escritor es menos que nadie, y en él se premió su excentricidad, su espíritu iconoclasta más que su calidad. Como otros galardonados en que, más que el valor de su producción, se distinguió su peripecia vital.
El hecho es que esta vez el premio tiene todo lo que debe poseer, tanto por lo literario como por la significación del gran intelectual en el debate universal.
La obra literaria de Vargas Llosa es notable y copiosa. Toca todas las cuerdas, además. Puede ser una agudísima sátira, como “Pantaleón y las Visitadoras”, o una epopeya, como “La Guerra del Fin del Mundo”. O bien una navegación filosófica, como “Conversaciones en la Catedral”. También el realismo de “La ciudad y los perros” alcanza notable altura, al igual que la vívida crónica contemporánea que asume en la historia dominicana de “La Fiesta del Chivo”. La crítica
literaria, incluso, ha sido un terreno propicio para memorables páginas sobre Flaubert o Stendhal y hasta una excelente lección interpretativa sobre nuestro Onetti.
En idioma español, hoy, solamente Carlos Fuentes podría competir con él, y ojalá este reconocimiento a la lengua latinoamericana no sea un impedimento para que en años próximos recaiga en el gran escritor mexicano. Por cierto que en la literatura universal existen hoy importantes escritores, pero pocos, muy pocos, pueden mostrar una obra de tanto valor y sobre
todo tan completa como ambos.
Mario Vargas Llosa, por aparte, ha sido un gran combatiente liberal. Socialista en su primera juventud, las decepciones provocadas por la deriva stalinista y sus aledaños le llevó a revalorizar la filosofía liberal, a la que sirvió devotamente. En su nombre intentó, incluso, alcanzar la Presidencia del Perú, de la que estuvo cerca y perdió a manos del enigmático Fujimori,
por entonces un oscuro personaje sin historia.
Recuerdo que el día en que se votaba nos encontramos con Octavio Paz en Madrid, y nos dijo que más que entusiasmo le inspiraba temor la candidatura de Mario, porque temía que se perdiera un formidable escritor y no estaba tan seguro de ganar un gran Presidente…
Su batalla liberal le ha significado el mote de conservador, por una izquierda vetusta que, pese a
sus fracasos, se cree aún autorizada a juzgar a todo el mundo y descalificar a quien piensa distinto. Por cierto, de conservador nada hay en la literatura de Vargas Llosa y, mucho menos, en su prédica, defensora encendida de cambios a favor de la libertad y la democracia, cuestionadora de las burocracias autoritarias y las intolerancias cometidas en nombre
de un supuesto progresismo.
Estos días han sido agradables para nuestro hemisferio. Entre el rescate de los mineros chilenos y el Premio Nobel a Mario Vargas Llosa, hemos tenido mucho para festejar. Y festejar con ganas y en serio.
X
* Abogado, periodista, escritor, político, ex Presidente de la República (1985-1990, 1995-2000)